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Las áreas clave de interacción social, conexión y apoyo se han visto afectadas por el cierre de bares, restaurantes, bibliotecas, instalaciones deportivas y centros comunitarios para personas mayores, además de la cancelación de eventos deportivos, bodas y funerales. La OMS y el gobierno del Reino Unido han publicado una guía sobre el manejo de los aspectos de salud mental de COVID-19.
¿Cuáles son los impactos psicológicos del aislamiento social?
La ansiedad, el bajo estado de ánimo, el estrés, el miedo, la frustración y el aburrimiento pueden ser precipitados por COVID-19 y sus consecuencias, incluida la restricción de movimiento, pérdida de conexiones sociales y empleo, pérdida de ingresos financieros, miedo al contagio o preocupación por la falta de acceso a necesidades básicas como medicamentos, alimentos o agua.
Estos síntomas pueden ser reacciones apropiadas a circunstancias extremas, pero pueden dificultar la capacidad de funcionamiento de los pacientes.
La soledad es una experiencia subjetiva desagradable y se refiere a la insatisfacción con la discrepancia entre las relaciones sociales esperadas y las reales de un individuo. Es una manifestación psicológica del aislamiento social, y se asocia con impactos adversos en la salud mental y física, incluida la muerte prematura a tasas comparables a la obesidad y el tabaquismo. Las personas con afecciones graves de salud física y mental subyacentes, las personas con desventajas socioeconómicas o las personas mayores tienen un mayor riesgo de soledad.
Cómo acercarse a los pacientes
Los médicos de atención primaria están en una posición única para brindar apoyo psicológico y tratamiento durante la pandemia actual, ya que la continuidad de la atención se asocia con tasas de mortalidad más bajas y mejores resultados para los pacientes.
Los pacientes que luchan con los impactos del aislamiento social en la salud mental pueden presentarse por cualquier motivo y pueden o no informar abiertamente síntomas psicológicos angustiantes. Además, uno de cada cinco pacientes consulta a médicos generales por problemas principalmente sociales en lugar de médicos.
Si los pacientes no lo mencionan directamente, la decisión de a quién evaluar en busca de angustia psicológica que requiere intervención debe basarse en el juicio clínico, el conocimiento previo del paciente y los factores de riesgo individuales.
Inicialmente, las preguntas abiertas pueden usarse para explorar problemas biopsicosociales: empeoramiento del sueño, el tiempo de uso de pantallas, el estado de ánimo o el aumento del uso de sustancias puede ser motivo de preocupación, lo que indica la posible necesidad de un examen adicional.
Aunque muchos pueden experimentar síntomas de salud mental durante la pandemia de Covid-19, las personas con factores de riesgo de daño psicológico significativo pueden experimentar síntomas más graves o debilitantes.
Detección de depresión y ansiedad
No existen herramientas de detección específicas para cubrir todos los impactos psicológicos y de salud mental de COVID-19. Se realizan una serie de preguntas destinadas a detectar ansiedad y la depresión en la consulta primaria. La evaluación adicional, incluida la evaluación del riesgo de suicidio, se guiará por las respuestas del paciente.
Detección de soledad
Los autores sugieren utilizar la Escala de Soledad de la UCLA, rigurosamente probada para evaluar la soledad angustiante, que se ha demostrado que es confiable cuando se completa mediante una consulta telefónica. Con el distanciamiento físico, muchos pacientes podrían obtener un puntaje de 6 o más en la escala.
¿Qué estrategias basadas en la evidencia existen para manejar el impacto psicológico de la pandemia de COVID-19?
Los pilares del tratamiento de salud mental siguen siendo los mismos que en el período previo a la pandemia. Los pacientes pueden necesitar tranquilidad, una red de seguridad adecuada y consejos de autocuidado.
Las decisiones con respecto a las intervenciones de salud mental para los pacientes dependerán de la gravedad de los síntomas y los resultados del examen, las condiciones de salud mental preexistentes, los recursos sociales disponibles, los deseos del paciente y el riesgo estimado de resultados adversos para la salud. Se puede requerir asesoramiento especializado o derivación a servicios de salud mental.
El uso de la terapia cognitivo conductual (TCC) en línea está bien establecido y al menos es tan efectivo como la TCC presencial para muchas afecciones de salud mental, incluidas la ansiedad y la depresión. Los pacientes con síntomas graves o afecciones de salud mental preexistentes pueden necesitar derivación a servicios comunitarios de salud mental o atención secundaria a través de las vías de derivación habituales.
Dos estrategias adicionales basadas en la evidencia podrían reducir el daño psicológico durante la pandemia:
- Consultas remotas por teléfono o video.
- Prescripción social.
Uso de consultas telefónicas o de video remotas durante el aislamiento social
Hay pruebas sólidas de la aceptabilidad, seguridad y efectividad de las consultas por video en línea y por teléfono en entornos de atención médica para mejorar la salud mental.
- La consulta telefónica es una herramienta familiar que se ha utilizado ampliamente en la atención primaria durante décadas, pero está limitada por la falta de señales no verbales.
- Las consultas por video proporcionan presencia terapéutica e información visual adicional y pueden ser particularmente útiles para pacientes ansiosos.
También existe evidencia de que la videoconferencia para residentes de hogares de ancianos reduce los sentimientos subjetivos de soledad. Sin embargo, el uso efectivo de las consultas por video y otras tecnologías basadas en la web puede estar limitado en entornos rurales o de bajos recursos, en poblaciones con poca alfabetización en salud y en algunos adultos mayores.
Después de identificar a los pacientes, incluidos aquellos con ansiedad, depresión y soledad, las consultas por video se pueden utilizar tanto para la consulta inicial como para las sesiones terapéuticas posteriores.
El papel de la prescripción social en una pandemia
La prescripción social es el uso de intervenciones no médicas como las artes, la actividad física u otra actividad comunitaria (por ejemplo, cantar, bailar, clases de ejercicio o clases de pintura) para abordar determinantes más amplios de la salud y mejorar el bienestar.
Varios estudios han demostrado que la prescripción social es un enfoque rentable que podría ayudar a prevenir una variedad de condiciones de salud física y mental.
Si bien COVID-19 impide las reuniones en persona, muchas actividades se han trasladado a plataformas digitales. El interés creciente en la prescripción social podría aprovecharse durante la pandemia actual para acelerar el reclutamiento de personal capacitado.
A pesar de su ubicuidad, solo uno de cada dos adultos mayores de 75 años usa internet.
Por lo tanto, se deben buscar métodos alternativos de participación para este grupo de personas. Una llamada telefónica podría establecer qué recursos están disponibles para el paciente, y donde las herramientas en línea no son accesibles, el médico o prescriptor social podría aconsejar al paciente sobre rutinas de ejercicio simples, recomendar programas de radio o televisión apropiados, o indicarles actividades de bienestar accesibles.
La actividad física es de particular importancia ya que hay beneficios para la salud física y mental. Los voluntarios de la comunidad pueden ayudar con la prescripción social, las compras, las conversaciones telefónicas regulares y las visitas domiciliarias mientras mantienen la debida distancia física. Dichos esquemas ya están operativos en ciertos países.
Conclusión
Es probable que el aislamiento social durante la pandemia de COVID-19 tenga efectos psicológicos adversos, particularmente en individuos de alto riesgo. La atención primaria tiene fortalezas únicas, incluida la continuidad de la atención, que se prestan para aliviar el daño psicológico a través de enfoques basados en la evidencia que incluyen consultas por video y prescripción social.
Dr. Juan Manuel Ponce.-
Referencia: M. Razai, P. Oakeshott, H. Kankam, S. Galea y H. Stokes-Lampard Fuente: BMJ 2020;369:m1904 Mitigating the psychological effects of social isolation during the covid-19 pandemic.